La caída del muro de Berlín y las revoluciones de 1989: ¿Liberación o desastre?



Publicado en el periódico En Lucha, Nº 45, noviembre de 1999.

Hace 10 años el muro de Berlín cayó. Este acontecimiento simbolizó la caída de todo el sistema que había existido en Europa del Este desde la segunda guerra mundial.

Fue un momento lleno de contradicciones. Por un lado, millones de personas se movilizaban para liberarse de una dictadura. Por otro, los dirigentes y empresarios occidentales se frotaban las manos anticipando los beneficios que podrían sacar de estos nuevos mercados.

Ahora, 10 años más tarde, las contradicciones son más fuertes que nunca, y las dudas abundan.

¿Fueron un error las revoluciones de 1989? Los habitantes de los países del este, ¿estaban mejor antes que ahora? ¿Qué representa la caída de ese sistema, significa el fracaso del socialismo?

La creación de Europa del Este

El sistema estalinista en Rusia se había desarrollado más o menos gradualmente, con el aislamiento y la consiguiente degeneración del Estado soviético, surgido de la revolución de 1917, y luego con su transformación en capitalismo de Estado, a manos de la burocracia.

La aparente continuidad entre la revolución de octubre y la dictadura de Stalin contribuyó a que la mayoría de la izquierda viera a Rusia como algún tipo de socialismo.

Los Estados de Europa del Este, en cambio, no surgieron de ningún tipo de revolución. Fueron creados en base a acuerdos entre Stalin, Churchill y Roosevelt, los dirigentes de los poderes victoriosos, para dividirse Europa.

Lejos de representar un avance hacia al socialismo, la creación de las "democracias populares", como las llamaron, significó la continuación de muchos aspectos de los regímenes, poco democráticos, de antes de la guerra.

En Rumania, por ejemplo, gran parte de la Guardia de Hierro, un grupo fascista, entró en el "Partido Comunista", el nuevo poder.

En Checoslovaquia, la creación del nuevo Estado "socialista" fue acompañada por la expulsión de la población alemán hablante de los Sudetes, una auténtica "limpieza étnica". En palabras de un ministro comunista: "el problema alemán está solucionado definitivamente... con la eficaz ayuda del ejército rojo purificaremos Praga y los distritos fronterizos...".

Ocupación

Con excepción de Yugoslavia, donde Tito llegó al poder apoyándose en la lucha de los partisanos, los nuevos regímenes fueron impuestos totalmente desde fuera.

Los partidos comunistas llegaron a ser los nuevos dirigentes, no como representantes de los trabajadores, sino en base al poder del Estado ruso y de su ejército, la fuerza de ocupación en toda la región.

Un resultado de esto, que alcanzó toda su importancia en 1989, fue que las burocracias de Europa del Este dependían casi totalmente del liderazgo ruso.

La crisis del Capitalismo de Estado

En los años 50, la economía mundial estaba viviendo un boom. El crecimiento era aun mayor en los países del este, debido a la mayor eficacia de un sistema de producción a nivel estatal, frente a la producción en unidades privadas, que habían sido típicas en los tiempos de Marx.

Así que era fácil pensar, como hacía casi toda la izquierda, incluidos los que se oponían a la política de Stalin, que estos países habían superado los problemas del capitalismo, que representaban algún tipo de socialismo o Estado obrero.

Jefes

Sin embargo, para las y los revolucionarios, el socialismo significa una sociedad sin opresión, una sociedad donde la gente tiene el poder, no unos pocos jefes, por muchas banderas rojas que éstos lleven en sus Mercedes, e incluso a pesar de los servicios públicos que otorguen a sus trabajadores.

Además, el hecho de que lo que existía en Europa del Este no era socialismo, sino capitalismo de Estado, no sólo explicaba por qué seguía habiendo problemas sociales.

También implicaba que estos países iban a sufrir, en una forma u otra, los demás males del capitalismo, entre ellos la tendencia hacia la crisis.

Ya en los años 70, Polonia empezó a pedir préstamos a bancos occidentales. Su deuda externa subió de algo más de 100 mil millones de Pesetas en 1971, a tres billones en 1979, treinta veces mayor. A la vez, las grandes inversiones estatales ya no daban los beneficios de antes.

Como cualquier otra clase dirigente, los jefes polacos intentaron hacer que los trabajadores cargaran con el peso de la crisis, y subieron los precios.

Solidarnosc

El resultado fue la creación en 1980 del mayor movimiento obrero conocido hasta ese momento. Solidarnosc, organización que se encontraba a medio camino entre un sindicato combativo y una red de consejos obreros, llegó a contar con diez millones de trabajadores, y representó la posibilidad de instaurar un Estado obrero de verdad.

Trágicamente, Solidarnosc fue reprimido por el golpe de Estado de 1981. La amenaza inmediata había sido contenida, pero los más inteligentes entre los dirigentes estalinistas vieron que, si no encontraban una solución a sus problemas económicos, otros movimientos de oposición volverían a surgir.

Perestroika: reestructuración

Este es el origen de los cambios que llegaron a asociarse con el nombre de Gorbachev, resumido en el término "Perestroika", o reestructuración económica.

En los años 80, la economía mundial ya había pasado por varias crisis profundas. En sus intentos de evitar sus efectos, los grandes jefes occidentales --tal y como había explicado Marx más de un siglo antes-- habían centralizado cada vez más su producción. Ahora sobrepasaba más que nunca las fronteras nacionales.

La Ford, por ejemplo, ya no producía un coche en Detroit, EEUU y otro en Dagenham, Gran Bretaña. Ahora, la línea de producción del coche se extendía por la mitad del planeta: las llantas se fabricaban en un país, los motores en otro, etc.

Así aprovechaban de economías de escala, no sólo en comparación con las viejas empresas privadas, sino incluso comparado con los capitalismos de Estado.

El proyecto de Gorbachev, y del sector de la burocracia soviética que él representaba, pretendía conseguir avances en eficacia parecidos. Si bien era un proyecto arriesgado, no tenían opción: por un lado les amenazaba la nueva carrera armamentística de Reagan en los EEUU, por el otro, temían las luchas desde abajo.

Explosión

De aquí vinieron las reformas económicas. Para endulzarlas, también se introdujeron unas reformas democráticas, conocidas como Glasnost, o apertura.

La limitada libertad de prensa y de expresión rápidamente sobrepasó las intenciones de los dirigentes, con la explosión de la ira acumulada durante 60 años del estalinismo, con la creación de movimientos populares, con la convocatoria de las primeras huelgas desde los años 20.




Las revoluciones de 1989

En Europa del Este, existían los mismos problemas económicos, y las mismas tensiones sociales que en la URSS. Pero en gran parte de la zona, las clases dirigentes intentaron evitar seguir el camino emprendido por los diregentes rusos.

Las excepciones fueron Polonia y Hungría, donde la burocracia también había aprendido, de la revolución de 1956, la amenaza que representaba, para sus intereses, las luchas desde abajo. Ambos regímenes abrieron una "mesa redonda" de diálogo con la oposición, un paso que llevó a la creación de nuevos gobiernos ya no exclusivamente dominados por el partido comunista.

Sueños

En el verano de 1989, el Gobierno húngaro decidió permitir a los ciudadanos de Alemania del Este que se encontrasen de vacaciones en Hungría cruzar la frontera con Austria, desde donde podían llegar a Alemania Occidental, el país al cual, durante décadas, se les había prohibido el acceso por medio del muro de Berlín.

En poco tiempo, miles de personas de Alemania del Este, sobre todo jóvenes hartos de la falta de libertades y de sentirse sin futuro, tomaron el camino hacia el Oeste, pensando que allí podrían cumplir sus sueños.

El efecto más importante de este éxodo fue el demostrar que el sistema no era tan poderoso como se había vendido. Esto dio la suficiente confianza a la gente de Alemania Oriental para empezar a convocar manifestaciones con el fin de conseguir cambios democráticos en su país. Al principio éstas eran pequeñas, y sufrieron represión a manos de la Stasi, la policía secreta, pero la gente había probado su propia fuerza, y las manifestaciones se extendieron cada vez más.

El 9 de noviembre el Gobierno de Alemania del Este intentó suavizar la situación abriendo el muro de Berlín. Empezó la ola que arrasaría los regímenes por toda la zona.

Manifestaciones

En Checoslovaquia, ya había habido protestas contra el Gobierno, pero la caída del muro dio al movimiento un impulso importantísmo.

A finales de noviembre, 3 millones de trabajadores hicieron una huelga general de 2 horas, y las manifestaciones para conseguir la democracia, llevadas a cabo en la Plaza Wenceslas en Praga, crecieron hasta contar con 500.000 personas. Fue la "revolución de terciopelo", que hizo del escritor y opositor Vaclav Havel, Presidente del país.

En Navidad de 1989, en Rumania, la lucha tomó su forma más extrema, cuando en un mitin, convocado para aplaudir al dictador Ceausescu, miles de rumanos explotaron en abucheos. Al cabo de pocos días un conflicto armado había estallado, que llegó a ejecutar a Ceausescu.

El sistema que llevaba 40 años oprimiendo a la gente de Europa del Este había acabado.

¿Qué fracasó?

Diez años más tarde, queda claro que las esperanzas no se cumplieron.

Después de 1989, los Gobiernos empezaron a introducir el mercado y la democracia parlamentaria.

La verdad es que los nuevos partidos "demócratas", modelados según el ejemplo de Occidente, con demócratas cristianos, liberales, y unos pocos socialdemócratas, estaban casi todos formados por los antiguos burócratas.

Las nuevas empresas privadas, producto de las privatizaciones, pertenecían, en su mayoría, a los mismos dirigentes de antes.

Lejos de solucionar los problemas, la introducción del mercado llevó a la pobreza extrema a millones de personas del este.

La explicación es bastante sencilla, si se reconoce que lo que existía en Europa del Este era capitalismo de Estado.

El capitalismo, de mercado o de Estado, implica que cada capital depende de la explotación de los trabajadores, para competir con otros capitales, en la producción de coches o de armamentos. Esta es la raíz de la crisis capitalista, y cambiar la forma del capitalismo no cambia este hecho.

Y, en Europa del Este, si el problema era que la industria era menos eficaz que la de occidente, el hecho de abrirse al mercado mundial, lo único que ha conseguido ha sido extremar la crisis.

Precio

Pero el proteccionismo tampoco hubiera funcionado. El sistema, aislado de los avances tecnológicos del resto del mundo, no podía competir, ni en la producción de comida, ni mucho menos en ordenadores, telecomunicaciones, armas, etc.

El precio pagado por intentar seguir con el viejo sistema habría sido una continua reducción en el nivel de vida de los trabajadores, sin la posibilidad de formar sindicatos o manifestarse libremente.

De hecho, el intento de seguir como antes lo representó la policía secreta de Ceausescu, cuando disparó a los trabajadores. Lo representó el golpe de Estado en la URSS en agosto de 1991, cuando un grupo de burócratas estalinistas intentó instaurar la ley marcial, y fue derrotado por la oposición popular.

Las revoluciones no fueron completamente un fracaso. Consiguieron unos avances políticos importantes, pero se quedaron muy lejos de una auténtica transformación social.

Reformas limitadas

En esto se parece a la transición española: se puede lamentar lo poco que abarcó, pero cualquiera que utilice este argumento para defender el viejo sistema es obviamente un reaccionario. Lo mismo se aplica a las revoluciones de 1989.

El error no fue luchar, sino que los movimientos, y fundamentalmente la clase trabajadora, no supieron llevar el proceso más allá de la democracia burguesa y de unas reformas limitadas.

Los pequeños grupos opositores de izquierdas en Europa del Este en 1989 tenían muchas ilusiones, primero en la posibilidad de llevar a cabo reformas dentro del estalinismo, y luego en el mercado y la democracia parlamentaria.

Pero ¿cómo podía ser diferente?

Casi toda la izquierda, de los países "democráticos", que disfrutaban de libertad de expresión y organización, y que en un principio eran los que podían haber ofrecido ayuda y consejos a estos grupos, llevaba décadas defendiendo al sistema que les oprimía como "socialismo".

Mirando hacia el futuro

Ahora, a pesar de los problemas, hay sindicatos que luchan --aunque sea con los obstáculos de la burocracia como en occidente-- por los intereses de los trabajadores; hay pequeños grupos revolucionarios en estos países que pueden organizar manifestaciones y charlas, y vender sus publicaciones.

La alternativa socialista, tanto al capitalismo de mercado como al estalinismo, estuvo casi ausente en 1989, pero aun así, millones de trabajadores hicieron huelgas, se manifestaron, y lucharon por lo que pensaban sería un mundo mejor.

Tales luchas volverán a ocurrir, en Europa del Este, y en otros países, el Estado español incluido.

Desprestigiado

No podemos controlar cuándo pasará, pero sí podemos, y debemos, prepararnos para que la alternativa socialista esté presente en tales luchas.

Cuando el sistema occidental --los partidos socialdemócratas incluidos-- quede desprestigiado, la alternativa de la derecha no será el mercado y el parlamento, como lo era en el Este, sino algo mucho más peligroso, como ya se ha visto con la subida de los partidos de extrema derecha en Austria y Suiza.

Toda persona de izquierdas debería no lamentar, sino celebrar la caída del estalinismo.

Pero a la vez, deberíamos organizarnos para que cuando estallen luchas aquí, haya una alternativa revolucionaria de izquierdas, para llevar las luchas hasta el final y no dejarlas desviarse hacia meras reformas, o algo mucho peor.

¿Qué dicen los revolucionarios de Europa del Este?

Aquí recogemos algunos comentarios de socialistas revolucionarios, activos en Europa del Este. Explican sus experiencias de 1989 así como lo sucedido más tarde.

Barbara Fuchs, Alemania del Este:
"Fui a una manifestación en Berlín del Este el 8 de octubre de 1989. Me detuvieron, y me llevaron a una comisaría llena de gente arrestada. Lo increíble es que no tuve miedo. Fue una experiencia fantástica porque de repente se creó una solidaridad entre nosotros, los detenidos. Todos empezamos a cantar, o a hacernos guiños los unos a los otros, a pesar de la brutalidad policial. Toda la experiencia me politizó, y salí de la comisaría aquella noche con una sensación de poder, y rápidamente todo empezó a explotar."

Zoltan, Hungría:
"Las encuestas muestran una creciente nostalgia por el viejo sistema de capitalismo de Estado. Había pobreza antes de 1989, pero era una pobreza escondida. Había menores diferencias en los ingresos. Las cosas están empeorando en términos económicos. Los derechos políticos son mucho mejores que hace 10 años. El problema es que si no estás activo no ejerces tus derechos políticos y esto te hace creer que no son importantes... En 1988, la policía nos daba palizas. La gente podía perder su trabajo o perderlo todo, por sus actividades opositoras."


Philip, Polonia:
"Después de 1989, la gente dijo: 'queremos vivir como la gente en Alemania o Gran Bretaña.' El Gobierno dijo: 'En un principio viviréis peor, pero al cabo de dos o tres años viviréis mucho, mucho mejor.' La nueva economía de mercado no es como el paraíso, es más bien como el infierno...

Cuando hablas con la gente de una alternativa socialista, dicen: 'Lo tuvimos antes, y no era muy bueno'. Así que es muy importante que digamos que estamos en contra de este sistema ahora y en contra del sistema anterior, porque era capitalismo. Ahora podemos hablar más abiertamente del socialismo y vender nuestro periódico en las manifestaciones.

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