Nacionalismo

Artículo aparecido en En lucha No 77: octubre de 2002

El nacionalismo es uno de los "ismos" más complicados de explicar.

Consideremos por un momento el Estado español. Aquí tenemos al PP y al PSOE; a Convergència i Unió y al Partido Nacionalista Vasco; Batasuna y al independentismo radical. Es típico oír a los primeros dos desmarcarse de "los partidos nacionalistas", refiriéndose a CiU y PNV, que sí se definen como tales. Batasuna se definiría como internacionalista además de nacionalista —abertzale significa patriota en euskara—, mientras que algunos radicales catalanistas dicen ser "independentistas, no nacionalistas".

La verdad es que todas estas fuerzas son nacionalistas, pero esto no aclara mucho.


Alguna gente de izquierdas, al decir correctamente que, desde el PP hasta Batasuna, todos son nacionalistas, argumentaría que son, por tanto, todos iguales: una conclusión que no compartimos en En lucha. Otros, al ver correctamente que no son iguales, concluirían entonces que existen "nacionalismos buenos" y "nacionalismos malos"; una conclusión que es, como mínimo, simplista. ¿Cómo podemos desentrañar todo esto?

Sería útil aclarar algunos términos. Con nacionalismo no se hace referencia al hecho de hablar un idioma concreto o a tener preferencias en la culinarias.

El nacionalismo es la ideología que mantiene que las personas de una nación determinada tienen intereses comunes que las unen, por encima de las diferencias de clase o de cualquier otra.

Los marxistas, en cambio, somos profundamente internacionalistas. Vemos que, en realidad, la división fundamental en el mundo es la que se da entre clases, entre los explotadores, la burguesía, y los explotados, sobre todo los trabajadores. Los trabajadores tienen intereses comunes que no se detienen en las fronteras. Este es un hecho que se ha visto en la práctica, cada vez más, con las luchas anticapitalistas.

¿Qué es una nación? Aquí no existen reglas objetivas. Las fronteras existentes entre los Estados, guste o no, pueden dibujarse en el mapa. Las naciones, en cambio, dependen de la conciencia de la gente. Podemos rechazar la "España indivisible" del PP, pero no se puede negar que muchas personas se sienten parte de una "nación española". Aun así, la mayoría de los catalanes sienten una pertenencia a Catalunya, no a España, y ningún mapa puede contradecirles.

De aquí surge la primera distinción importante entre los nacionalismos, dependiendo de a qué tipo de nación se defienda.

Existen naciones-estados que ejercen poder sobre otras naciones, dentro o fuera de las fronteras de un mismo Estado. Las ideologías defensoras de estas naciones niegan los derechos a la gente de las otras naciones; son nacionalismos opresores.

Luego existen naciones sin estado, o cuyo estado está realmente controlado por otros, como es el caso de la "Autoridad Palestina", o como lo fue con las colonias europeas en África. Las ideologías a favor de estas naciones necesariamente atacan aspectos del sistema dominante; son nacionalismos de los oprimidos.

En ambos casos, se trata de nacionalismo, pero el primero es conservador, el segundo puede ser muy radical, e incluso revolucionario.

Desde una perspectiva marxista revolucionaria, es obviamente esencial distinguir entre el nacionalismo de los opresores y el nacionalismo de los oprimidos.

Pero no se acaba aquí.

Entre los nacionalismos de los oprimidos hay muchos matices. Las organizaciones palestinas que luchan contra Israel incluyen grupos integristas cuyas actitudes hacia las mujeres son claramente reaccionarias, así como grupos que se definen de marxistas y revolucionarios. Obviamente, preferimos a los segundos. Sin embargo, esta distinción es secundaria.

Apoyamos a los jóvenes palestinos influidos por Hamas, un grupo integrista, que se enfrentan al ejército israelí. Pero este apoyo no significa que nos callemos nuestras diferencias; seguimos oponiéndonos a las ideas machistas de muchos integristas.

En otras palabras, a la vez que apoyamos, sin condiciones, a un movimiento contra la opresión nacional, podemos manifestar críticas hacia el mismo.

Este criterio no se aplica sólo a los casos extremos de los grupos islamistas.

Como se explica al principio, el marxismo discrepa en un sentido fundamental de todos los nacionalismos. Al defender la unidad nacional por encima de todo, todas estas ideologías acaban intentando silenciar las diferencias de clase que existen dentro de cada nación. Y dado que la clase que domina es la burguesía, el efecto que se produce es el de fortalecer a ésta. Este problema existe en todos los nacionalismos. En los de derechas, es posible incluso que se defienda abiertamente tal conclusión.

Alternativa

En el nacionalismo de izquierdas, se entra en contradicción con los aspectos socialistas de su ideología, este problema siempre está ahí, mientras haya nacionalismo.

La alternativa coherente de izquierdas es el internacionalismo, que defiende la solidaridad entre los trabajadores de todos los países, en vez de la unidad entre las clases de un país.

Pero, en contraste con muchas malas interpretaciones, esto no implica el desentenderse de los problemas de la opresión nacional. Como marxistas e internacionalistas, defendemos la lucha contra cualquier opresión nacional, y apoyamos el derecho de autodeterminación de los países oprimidos. La diferencia con el nacionalismo es que hacemos esto desde la perspectiva de la lucha unida desde abajo. Los aliados reales de los trabajadores y campesinos del país oprimido no son su burguesía, sino los trabajadores y campesinos del resto del mundo, y sobre todo los del Estado que les oprime.

Por este motivo, Marx y Engels, hace 150 años, defendieron la causa de Irlanda entre los trabajadores ingleses, y Lenin a principios del siglo XX defendió el derecho de autodeterminación de las naciones oprimidas bajo el zarismo.

Es este mismo principio internacionalista el que se debe aplicar a la cuestión de Euskadi, tanto en Bilbo como en Madrid. Es este principio, también, el que debemos aplicar cuando EEUU ataca a los oprimidos de Oriente Medio, ya sea directamente en Irak, o indirectamente, utilizando a Israel, en Palestina.

"¡Trabajadores del mundo unios, tenéis un mundo que ganar!" Y en este mundo, no cabe la opresión nacional.

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