A 5 años del 15-F: La lucha contra la guerra hoy

Artículo aparecido en la revista La Hiedra, marzo de 2008. [També en català]

Este 15 de marzo habrá manifestaciones en muchas ciudades del mundo para recordar el 5º aniversario de la invasión de Irak. David Karvala argumenta que sigue siendo necesario un movimiento fuerte y amplio contra las guerras y ocupaciones en Oriente Medio.

Huelga decir que matar a centenares de miles de personas es de por sí obsceno. Pero la obscenidad parece aún mayor al saber que se ocupó Afganistán bajo el nombre Operación Libertad Duradera, y que el sufrimiento de Irak se debe a la Operación Libertad Iraquí.


Tras más de 6 años de ocupación por parte de eeuu y la otan, la situación en Afganistán es cada vez más desesperada. Las mujeres afganas sufren ahora no sólo la opresión a manos de islamistas de derechas, sino también los efectos de una sociedad destrozada por la guerra y la ocupación. Los hombres y los niños no lo tienen mejor. Ha quedado en evidencia que la tan cacareada reconstrucción sólo sirve para reconstruir las cuentas bancarias de las empresas norteamericanas. La resistencia armada, cada vez más extendida y activa, no consiste sólo en talibanes: muchos campesinos, hartos de perder a familiares bajo las bombas de las fuerzas ocupantes, empiezan a luchar contra éstas. En los años 80, Afganistán fue un Vietnam para la urss, ahora lo es para la otan.

En Irak, al igual que en Afganistán, la ocupación sólo ha empeorado la vida de su población. La sociedad iraquí de antes de la guerra estaba muy lejos de ser perfecta —¿qué sociedad lo es?—, pero no se caracterizaba por asesinatos sectarios, ni por atentados suicidas en sus mercados. Ha sido la ocupación la que ha roto la convivencia que existía entre la gente de Irak.

La resistencia nacional iraquí —un movimiento heterogéneo y dividido, pero muy diferente de los grupos afines a Bin Laden— sigue luchando contra la ocupación de su país, a pesar de sus problemas. En enero de 2007, Bush anunció el envío de 21.500 efectivos más a Irak, el llamado “Surge”, con el objetivo de acabar con la resistencia. La reducción de atentados desde entonces se ha celebrado como un éxito de esta estrategia. La explicación real es más compleja.

La política estadounidense de divide y vencerás —principalmente entre chiítas y sunitas— ha surtido sus efectos. Los escuadrones de la muerte —asociados con la administración de la ocupación— han acabado, en gran parte, su limpieza sectaria, segregando a chiítas y sunitas. Por otro lado, en muchas partes de Irak, eeuu ha pasado de luchar contra la resistencia, a pagar 300$ al mes a milicianos, a los que llama “ciudadanos preocupados”. Y finalmente, el dirigente chiíta Muqtada Al-Sadr, partidario de una lucha unitaria contra la ocupación, declaró un alto el fuego de 6 meses a mediados de 2007, para poder depurar de sus fuerzas a elementos que llevaban a cabo acciones sectarias en su nombre.

Mientras, decenas de miles de iraquíes están en las cárceles de la ocupación, y millones más son refugiados.

La opinión de la población iraquí está claramente en contra de la ocupación, digan lo que digan los políticos iraquíes colaboradores. Esto se expresa más allá de la resistencia armada; por ejemplo en la actividad de la Federación Iraquí de Sindicatos Petroleros, que lucha por los derechos laborales frente a la ocupación. Pero sobre todo, quedó patente en la masiva manifestación —estimada en un millón de personas— convocada por Muqtada Al-Sadr en Najaf, el 9 de abril de 2007, exigiendo la salida de eeuu.

Existe en Irak una oposición amplia y generalizada a la ocupación estadounidense, más allá de las subidas y bajadas de las acciones militares.

En Palestina, durante 2007, las fuerzas israelíes mataron a 373 palestinos (290 en Gaza), de ellos 53 eran menores y entorno al 35% civiles, según un informe de B’Tselem, el Centro Israelí por los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados. Por si esto fuera poco, están las divisiones entre palestinos.

La negación del Estado de Israel a reconocer la elección de Hamas a la Autoridad Nacional Palestina y, sobre todo, el apoyo a este boicot por parte de eeuu y de todos los estados de la Unión Europea, ha exacerbado estas divisiones.

Financiaron y armaron al partido derrotado, Fatah, para enfrentarse al gobierno de Hamas. Gaza sufrió un estado de guerra en junio de 2007, que sólo acabó con la expulsión de los corruptos dirigentes de Fatah, especialmente Mohamed Dahlan.

En Cisjordania, Mahmud Abbas logró imponer su golpe de estado; desde entonces ha reprimido duramente a los movimientos críticos con la política de Fatah, cerrando 92 entidades caritativas asociadas a Hamas y deteniendo a centenares de activistas de la organización islamista.

Las reuniones con Israel continúan, como en Annapolis, sin que se terminen ni las agresiones del ejército israelí ni las expropiaciones de territorio palestino.

El Estado de sitio impuesto sobre Gaza, con los cortes de luz y otros servicios básicos, se rompió parcialmente a finales de enero, cuando Hamas voló partes del muro que separa a la franja de Egipto. Durante un tiempo fue posible el paso de personas y mercancías. El régimen prooccidental de Mubarak se enfrentó a manifestaciones multitudinarias, en solidaridad con Palestina, en las principales ciudades de Egipto y fue obligado a ceder durante un tiempo. Ya veremos cómo se resuelve la situación.

En Líbano, ni el intento de invasión israelí ni las acciones del gobierno prooccidental —actualmente ilegal, bajo la Constitución libanesa— han logrado romper la oposición política o la resistencia armada, ambas construidas por encima de las divisiones religiosas y políticas que sufre el país. Hezbolá —el movimiento político de inspiración islamista que más se ha acercado al movimiento anticapitalista y que más, a pesar de sus limitaciones, se ha esforzado por conectar las cuestiones del imperialismo y del sionismo con la lucha por la justicia social— aparece a menudo en la lista de los enemigos principales de eeuu en la zona.

Las amenazas de Bush de atacar Irán constituyen la fase más reciente de la “guerra contra el terror”. A esta cuestión volveremos más adelante.

El gran plan de EEUU

La actual política bélica de eeuu no empezó con el 11 de septiembre de 2001. El 3 de junio de 1997, un grupo de individuos firmó una declaración —el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (pnac, en sus siglas en inglés)— en la que propusieron “moldear un nuevo siglo favorable a los principios e intereses estadounidenses”, a través de la adopción de una política exterior dirigida a este fin y de un aumento importante en el gasto militar de su país. Identificaron el peligro en que, debido al surgimiento de nuevas amenazas, eeuu podía perder el dominio que había conseguido durante el s.xx, por lo que hacía falta tomar medidas preventivas.

Los firmantes de este documento constituyeron el núcleo de los neoconservadores, y más tarde de la administración Bush: Dick Cheney, actual Vicepresidente de eeuu; Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa durante los ataques a Afganistán e Irak; Paul Wolfowitz, segundo de Rumsfeld en este período, etc. Ya en 1998, los promotores del pnac exigieron, al entonces Presidente Clinton, una acción militar contra Irak, con o sin el respaldo de la onu.

La caída del poder de Rumsfeld y Wolfowitz, así como la victoria electoral del Partido Demócrata en noviembre de 2006, pudieron hacer pensar que esta política cambiaría. El informe del Iraq Study Group (Grupo de Estudio sobre Irak) en diciembre de 2006, proponiendo negociaciones con Irán y Siria, así como reducciones de las tropas en Irak, confirmó esta sensación. Pero no ha sido así.

A pesar de que su mayoría en el Congreso se debe al descontento con la guerra en Irak, los demócratas no han hecho gran cosa para acabar con ella. No es sólo la capacidad del Presidente Bush de bloquear las decisiones del Congreso; el problema principal es que los demócratas tampoco quieren que eeuu acabe derrotado en Oriente Medio.

Igual que el Partido Republicano de Bush, los demócratas representan los intereses de las grandes empresas norteamericanas. Aunque puedan discrepar en muchos detalles con los neoconservadores del pnac, comparten su preocupación por mantener el poder estadounidense en el mundo. Por este motivo, nunca hacen efectivas sus amenazas de cortar los fondos para la ocupación de Irak; hay más tropas hoy en Irak de las que había cuando los demócratas ganaron.

En los medios ya se está hablando mucho de las próximas elecciones presidenciales de eeuu. Hay que recordar que el presidente —o presidenta— que gane no asumirá el poder hasta principios de 2009, y miles de personas más habrán muerto si continúan las guerras de Oriente Medio hasta ese momento.

En cualquier caso, Hillary Clinton votó a favor del ataque a Irak en 2003, y recientemente votó a favor de considerar a una parte de las fuerzas armadas iraníes como a un grupo terrorista. El otro candidato demócrata, Barack Obama, que se ha presentado como crítico con la guerra, tampoco mantiene una oposición fiable; exige la reducción de las tropas, excepto si los intereses de seguridad nacional dictan lo contrario, y aboga por mantener una fuerza antiterrorista en Irak de forma indefinida.

Todo esto nos debe servir de advertencia contra las ilusiones en una posible victoria demócrata en las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2008.

Sea cual sea la dirección política de eeuu —republicana o demócrata— Oriente Medio seguirá siendo de interés vital para eeuu, tanto por motivos geoestratégicos, como por su petróleo. Como dijo el analista Peter Rodman, en una conferencia ante el U.S. Army War College: “nuestros amigos ven Irak como una prueba de nuestra credibilidad. No será fácil para nosotros, si nos permitimos ser débiles en una parte del mundo, parecer fuertes en el resto.”

Su derrota en Vietnam redujo la capacidad de eeuu para imponerse en el resto del mundo. Una derrota en Oriente Medio tendría efectos aún mayores en este sentido. Hay mucho en juego, tanto para ellos como para el resto de la humanidad.

Tras la Guerra Fría: El nuevo desorden mundial

Lo anterior subraya la importancia del conflicto en Oriente Medio para los movimientos sociales y la necesidad de seguir movilizando contra las guerras en esta región. Pero ni tan siquiera se trata sólo de esto. También hay que ver cómo el final de la Guerra Fría nos ha dejado un mundo más peligroso, más marcado que nunca por el conflicto bélico.

Es un cuadro muy complejo, pero existe una manera bastante sencilla para entender qué pasa en el mundo actual, y es ver una buena película sobre la mafia, como El Padrino.

Podemos decir que durante décadas —los años de la guerra fría— el mundo estuvo controlado por dos grandes familias mafiosas; llamémoslas los Washingtoni y los Muscoviti. Cada una controló un territorio, directamente o bien mediante familias mafiosas menores, que se encontraron atadas a una de las grandes familias como protección contra la otra.

No fue una situación pacífica, evidentemente; ambas familias explotaron y oprimieron para extraer beneficios de las poblaciones bajo su control. Pero no hubo conflicto militar directo entre ellas; por lo general, los Washingtoni y los Muscoviti prefirieron respectar el territorio principal de su competidor y las peleas se dieron en las zonas limítrofes. Mientras duraba, fue una situación de relativa, aunque terrible, estabilidad.

Lo que la cambió fue que a partir de los años 70, y sobre todo de los 80, los Muscoviti entraron en declive; en 1989 (la caída del muro de Berlín) y 1991 (la disolución de la urss), la familia se hundió casi por completo.

Según una mirada superficial, si uno de los dos contrincantes se hunde, el otro se queda como el triunfador definitivo. Un análisis más a fondo —o, otra vez, El Padrino— nos demuestra que un vacío de poder no se soluciona tan fácilmente.

La larga competencia entre las dos familias, que acabó con el imperio de los Muscoviti, también debilitó a los Washingtoni. En cambio, las familias que durante años estuvieron bajo su protección militar fortalecieron sus economías. Ahora, los anteriores aliados de los Washingtoni ya no los necesitan. El vacío de poder tras la caída moscovita abre grandes oportunidades y estas otras familias también quieren su trozo del pastel.

Para decirlo más claramente, el final de la Guerra Fría no ha producido un mundo unipolar, con eeuu como la única potencia. Sí es la mayor, sobre todo en lo militar, pero existen otras potencias que le hacen sombra en diferentes ámbitos.

Europa, aunque sigue sin lograr establecerse definitivamente como una potencia unificada, se enfrenta a eeuu en el ámbito económico, por ejemplo en la Organización Mundial del Comercio(OMC).

En América Latina, los titulares se centran en el reto planteado a eeuu por Hugo Chávez. Pero Brasil, bajo Lula, también se presenta como un rival, no de modelo social —Lula no se plantea romper con el neoliberalismo, ni mucho menos con el capitalismo— sino simplemente como otra importante potencia capitalista en la región.

Y la que se presenta como la gran amenaza al poder de eeuu es, por supuesto, China. Este país le hace competencia no sólo en Asia, sino que se convierte en un rival en África, e incluso en América Latina. Aquí las inversiones y exportaciones chinas han crecido de forma espectacular en los últimos años (en un 2.000% entre 1991 y 2005).

Incluso Rusia ha demostrado que sigue siendo una potencia importante, por ejemplo con sus reservas de gas, que utiliza cada vez más en su política exterior. ¿Qué tiene que ver todo esto con la guerra?

En el mundo real —en el fondo, un mundo regido por las reglas de la mafia— no se pueden separar las cuestiones económicas de las militares. A nadie se le ocurriría decir que el cobrador mafioso, con su maletín, y el matón mafioso, con su metralleta, fuesen dos cosas totalmente distintas; se sabe que forman parte de una misma operación. Pero sí existen activistas que quieren oponerse a las políticas del fmi o la omc sin tratar la guerra. También hay muchos activistas contra la guerra que no quieren ver la conexión entre ésta y el sistema económico vigente.

Tras la Guerra Fría, existe una nueva situación de inestabilidad y de amenazas militares, tanto entre las grandes potencias como entre éstas y los países más débiles.

La lucha entre eeuu y Francia por ganar influencia en África central ha provocado más de un contienda en esta región, y ahora China se une a la misma. Su competencia a tres bandas es un elemento importante de los conflictos en Sudán, Somalia y ahora Chad.

Toda la frontera europea de Rusia, desde los países bálticos hasta el Cáucaso, sufre una combinación de competencia económica y militar, más recientemente con el plan estadounidense de instalar un sistema de “escudo antimisiles”. En el sur de Asia, el juego de alianzas de eeuu —entre Pakistán e India— reagita el peligro de conflicto entre estos Estados nucleares. El mundo entero, desde América Latina hasta el este de Asia, vive una nueva carrera armamentística.

Como se ha dicho anteriormente, las guerras y ocupaciones en Oriente Medio constituyen el frente principal de este nuevo y complejo conflicto. Una victoria de eeuu en esta región daría un fuerte impulso al militarismo en todo el mundo; su derrota contribuiría a frenar la locura bélica.

Pero la actual situación de inestabilidad, y de conflicto económico y militar, continuará. Si no surge un nuevo balance de fuerzas en el mundo, volveremos a ver conflictos imperialistas cada pocos años.

Todo lo anterior subraya la importancia de construir y mantener movimientos antiguerra en todo el mundo, sobre todo en los países que participan de una u otra en forma en estas ocupaciones, como lo hacen casi todos los estados de la Unión Europea.

Pero ahora, 5 años después del 15 de febrero de 2003, muchas ciudades, e incluso países, ya no tienen movimientos antiguerra activos.
Existen diferentes motivos por esta situación. Aquí se tratará brevemente algunos de los problemas que han surgido en el movimiento antiguerra en estos 5 años.

Las prioridades, o no, de la izquierda anticapitalista

La propia jornada del 15-F no ocurrió gracias a una maniobra del Grupo Prisa, ni tampoco como resultado del poder del ciberespacio: fue fruto de una decisión en la Asamblea de Movimientos Sociales, celebrada al final del primer Foro Social Europeo (fse), en Florencia en noviembre de 2002. El éxito de la jornada se debió a la habilidad de las y los activistas anticapitalistas de enfocar sus energías, de conectar con fuerzas mucho más amplias, para así llegar a los millones de personas que se manifestaron aquel día.

Donde la izquierda anticapitalista ha continuado trabajando el tema, el movimiento antiguerra sigue vivo. En otras palabras, lo que hace o deja de hacer la izquierda anticapitalista tiene un efecto.

Es un ejemplo de lo que el revolucionario francés Daniel Bensaïd ha llamado “el retorno de la estrategia”. Ya no vale una actitud por parte de los activistas radicales de simplemente “ir haciendo” según las inclinaciones de cada uno; hay que plantearse cómo luchamos y para qué, lo que implica tener una visión más global.

El problema es que demasiados sectores del movimiento se han olvidado de la guerra. Igual que hizo George W. Bush en 2003, tras la caída del régimen de Sadam Husein, parece que hubieran colgado, mentalmente, una pancarta donde reza “Misión cumplida”.

El entonces dirigente de Attac Francia, Bernard Cassen, aceptó en 2003 con resignación lo que llamó la “obsesión con la guerra” que caracterizó el primer fse, y afirmó que no volvería a pasar. Mantuvo que: “Estalle o no la guerra, los B-52 y las fuerzas especiales no cambiarán ni la pobreza de Brasil ni el hambre de Argentina”. O sea, el mafioso con la metralleta nada tiene que ver con el mafioso que se lleva el dinero…

Pero incluso en la izquierda anticapitalista, hay voces que advierten en contra de exagerar la importancia de la guerra; argumentan que debe haber “muchas prioridades”. Esta preocupación es comprensible, pero se basa en un malentendido.

Plantear el movimiento antiguerra como una prioridad no implica dejar de actuar contra los recortes sociales, contra la discriminación sexista, en solidaridad con las huelgas o las luchas de los inmigrantes, etc. Este trabajo debe ser tan natural como respirar o comer. Se trata de que todo esto no haga olvidar a la izquierda anticapitalista la lucha contra la guerra, como un eje permanente y trasversal de su trabajo. Hay que mantener este trabajo, aunque la guerra desaparezca de los titulares; si no, no habrá movimiento para movilizar en la siguiente crisis bélica, que nunca tarda mucho en aparecer.

El sentido común dicta que los temas locales son más comprensibles para la gente corriente y que tienen más potencial de movilización. Pero la experiencia del 15-F y de las semanas posteriores demuestra todo lo contrario. No sólo fue la mayor protesta en la historia del mundo. También a nivel local, para muchas ciudades —como Barcelona y Madrid— fue la manifestación más grande que han conocido. En realidad, las redes de activistas forjadas en la movilización contra la guerra han fortalecido y animado otras luchas.

La guerra en Oriente Medio, hoy en día, es el punto más débil del sistema que combatimos. Ha supuesto una grave crisis para el proyecto imperialista de eeuu, la principal potencia del mundo. La oposición a la guerra, en cambio, es el punto más fuerte de nuestro movimiento internacional. Echamos del poder a Aznar, Berlusconi, y Blair, y dañamos gravemente a la administración Bush, a la vez que hemos creado lazos de solidaridad entre movimientos de resistencia de los cinco continentes.

Sean cuales sean las luchas cotidianas que surjan, la izquierda anticapitalista no puede permitirse el abandonar, el dejar de trabajar lo necesario para que el movimiento antiguerra siga existiendo y actuando.

Pacifismo y resistencia armada

A menudo, se utilizan las expresiones “movimiento antiguerra” y “movimiento pacifista” como si se tratara de lo mismo. En cierto sentido, son sinónimos, con lo cual millones de personas en el Estado español son pacifistas.

Pero el pacifismo tiene un sentido más específico que el de la simple oposición a una guerra; también se aplica a la creencia de la noviolencia gandhiana. Y hay muy poca gente que cree, de forma consecuente, en estos principios.

El no reconocer la diferencia entre los dos significados del pacifismo provoca graves confusiones. Por ejemplo, los activistas gandhianos que argumentan, en reuniones del movimiento antiguerra: “somos pacifistas, debemos rechazar toda violencia, incluyendo la de la resistencia”, quedan perplejos al quedar en minoría, como suele ocurrir. La gran mayoría de las y los activistas contra la guerra sí reconocen —aunque sea con reservas o críticas— el derecho de un pueblo a usar la fuerza para resistirse ante una ocupación; incluso las leyes internacionales y la onu lo reconocen.

Donde la noviolencia estricta ha logrado imponerse, los resultados han sido negativos. Los movimientos que, por motivos pacifistas, no han sabido solidarizarse con las resistencias populares en Irak, Palestina, etc., han abandonado, en general, la actividad contra las guerras y ocupaciones en Oriente Medio. “No nos gusta el ejército de EEUU, y tampoco la resistencia, así que dediquémonos a otra cosa” parece ser la lógica.

El peor ejemplo de esta deriva lo vemos en Italia, país que en 2003 tenía uno de los movimientos antiguerra más fuertes del mundo, debido en gran parte al trabajo del Partito della Rifundazione Comunista (prc). Durante 2004, el dirigente de PRC, Fausto Bertinotti, adoptó el discurso de la noviolencia gandhiana y se distanció de las resistencias en Oriente Medio. Pocos años después, la única solución de Bertinotti y de la mayoría del prc ante la crisis de la región fue apoyar la presencia de tropas italianas en Afganistán. Dividió totalmente al movimiento antiguerra italiano, que sólo ahora empieza a recuperarse.

Pero si la sensibilidad gandhiana es minoritaria en cualquier movimiento antiguerra amplio, y no debe imponerse a los demás, lo mismo se aplica a la izquierda radical antiimperialista.

Todo el movimiento antiguerra es antiimperialista en el sentido de oponerse a la guerra de eeuu. Pero no todo el movimiento comparte la visión marxista del imperialismo, según la cual la guerra es un producto inevitable del capitalismo, al que hay que derrotar si se quiere acabar con las guerras.

El insistir en incluir el adjetivo “imperialista” en los lemas de las pancartas unitarias no necesariamente produce un movimiento más antiimperialista, sino posiblemente uno más marginal, capaz sólo de predicar un antiimperialismo abstracto entre unos pocos partidarios. De la misma forma, el ir más allá del apoyo genérico a la resistencia popular ante la ocupación, a formulaciones como “victoria a la resistencia armada”, es correcto para un grupo de la izquierda radical, pero no suele ser asumible por un movimiento antiguerra amplio en Europa.

Más que intentar imponer lemas muy radicales, el antiimperialismo práctico y consecuente supone trabajar para crear movimientos amplios, capaces de crear una presión real en la calle. Un movimiento antiguerra fuerte depende de unir a los activistas pacifistas y a los antiimperialistas con los sectores mucho más amplios que no son ni gandhianos ni radicales, sino que simplemente se oponen a las guerras que impulsan eeuu y sus aliados.

Frente a la islamofobia

Es evidente que, hoy en día, el islamismo político ocupa el lugar, en la demonología de la derecha, que antiguamente tenía el comunismo. Las muy diversas corrientes políticas que se inspiran en el Islam son tachadas indistintamente de terroristas y fundamentalistas, enemigas de la cultura y la democracia occidentales.

Tristemente, muchos sectores de los movimientos sociales no han sabido hacer frente a esta ideología islamofóbica. Las confusiones son múltiples; aquí se responderá a algunas de ellas.

El Islam político no es monolítico: Tanto el Opus Dei como el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil se inspiran en el catolicismo, pero no son lo mismo. Tampoco son lo mismo movimientos de resistencia como Hezbolá y Hamas, regímenes autoritarios y prooccidentales, como el de Arabia Saudita, y corrientes sectarias como los seguidores de Osama Bin Laden.

Los islamistas no son todos agentes de Occidente: En el pasado, poderes occidentales dieron apoyo interesado a ciertas corrientes islamistas en Oriente Medio. En los años 80, eeuu proporcionaba armas y dinero a islamistas —incluyendo a Osama Bin Laden— que luchaban contra la ocupación rusa en Afganistán. En los años 70 y a principios de los 80, Israel financió a islamistas palestinos, incluyendo —según algunos informes— a los elementos que más tarde formarían Hamas.
Pero no hay que ser un gran analista geopolítico para ver que la actitud de Occidente ha cambiado desde entonces. Argumentar que Hamas responde hoy a los intereses de Israel o eeuu es simplemente estúpido. El evidente declive de muchas de las corrientes laicas en Oriente Medio se debe a sus propios errores y traiciones.

El corrupto y dictatorial régimen de Argelia se basa en lo que queda del laico fln; no debe sorprendernos que las corrientes islamistas crecieran. Hasta su expulsión de Gaza el año pasado, dirigentes del laico Al Fatah se habían hecho famosos por su corrupción y, en algunos casos, su complicidad con los servicios de inteligencia israelíes y estadounidenses; Hamas era conocido por su integridad y su lucha comprometida contra Israel. Es esto, y no una maniobra israelí —ni tampoco el dinero que siga llegando de algún país árabe— lo que explica la subida de Hamas frente a Fatah.

Los islamistas “son terroristas”: Ésta es la mentira más dañina para la gente de origen musulmán en el Estado español. Con la “guerra contra el terror” se ha justificado una caza de brujas contra comunidades musulmanas enteras. Ocurrió algo parecido contra la comunidad irlandesa, en Gran Bretaña en los años 70, tras unos atentados del ira; los resultados llegaron al cine en la película, En el nombre del padre, con el ejemplo real de 4 jóvenes que pasaron 15 años en la cárcel por un crimen que no cometieron. Debemos asegurarnos de que no vuelva a pasar aquí.

Contra la amenaza a Irán

En la convocatoria internacional de manifestaciones en el 5º aniversario de la invasión de Irak, destaca la llamada contra un ataque estadounidense a Irán.

En su discurso del “Estado de la Unión”, del 28 de enero de este año, Bush declaró “Nuestro mensaje al pueblo de Irán es claro: No tenemos ninguna disputa con vosotros […]. Anhelamos el día en que tengáis vuestra libertad.” Lo que debe preocuparnos es que, pocos meses antes de atacar Irak, Bush declaró: “eeuu no tiene ninguna disputa con el pueblo de Irak […]. La libertad del pueblo iraquí es una gran causa moral.” (Discurso ante la Asamblea general de la onu, 12/09/2002).
Las mentiras y amenazas de Bush no cesan, de las “armas de destrucción masiva” al “apoyo al terrorismo” en Irak.

Algunos activistas quieren condicionar la oposición ante cualquier ataque a que el gobierno iraní adopte políticas progresistas. Pero en 2003, a casi nadie se le ocurrió poner como condición, para nuestra oposición ante un ataque a Irak, el que Sadam Husein dejase de ser un dictador; sabíamos que las bombas matarían a la misma gente que estaba sufriendo bajo su régimen. El mismo principio se aplica ahora.
Igualmente, es un error argumentar que no habrá ataque, porque Irán y eeuu están de alguna forma aliados en la ocupación de Irak. Es cierto que la caída de Sadam Husein ha fortalecido a Irán, y que este país influye en la política iraquí, pero precisamente por esto, Bush está cada vez más desesperado por debilitar al gobierno de Teherán. Lo lógico, quizá, sería negociar, pero Bush ya descartó esta opción cuando rechazó el informe del Iraq Study Group a finales de 2006.

Como se ha argumentado más arriba, los dirigentes estadounidenses quieren mostrar su poderío en Oriente Medio a través del único medio que les sirve, el militar. Dejar intacto —incluso fortalecido— al gobierno islamista en Irán sería una señal de debilidad que no pueden permitirse. Por esto, se inclinan cada vez más por un ataque; casi con toda seguridad un bombardeo aéreo.

Hará falta mucha presión desde la calle para que los costes políticos de un ataque contrarresten las posibles ventajas que piensan conseguir.

Dos fechas en marzo

El movimiento antiguerra tiene dos citas importantes en el mes de marzo; una de movilización y otra de coordinación.

La primera es la del 15 de marzo. Es la fecha señalada por muchos movimientos antiguerra en todo el mundo para protestar ante el 5º aniversario de la invasión de Irak (más detalles en www.theworldagainstwar.org). Quizá no logre los mismos resultados que la histórica fecha del 15 de febrero de 2003, pero aún así es muy importante.

En muchos sitios —desde el ámbito internacional, hasta ciudades y pueblos del Estado español— hay gente que se plantea volver a protestar contra la guerra, tras varios años de ausencia en las manifestaciones. Se están volviendo a crear las redes de activistas ante la grave situación de las ocupaciones de Irak y Afganistán, el terrible sufrimiento del pueblo palestino y las amenazas a Irán.

Esto no es automático; es fruto del trabajo de gente que ha buscado viejos números de teléfono o listas de e-mails y se ha puesto a reestablecer los contactos. Por todo lo que se ha argumentado aquí, este trabajo no acabará tras la manifestación del 15 de marzo. Hará falta mantener las movilizaciones, las charlas, las reuniones de activistas hasta que se hayan acabado las ocupaciones y las guerras en Oriente Medio, y quizá aún más tiempo.

Por esto, tras el 15 de marzo, otra fecha clave es la de la Conferencia del Cairo, que se celebra en Egipto, por sexta vez, el 27-30 de marzo. Aquí se reunirán activistas de movimientos antiguerra de todo el planeta con representantes de movimientos de Oriente Medio, desde las resistencias de Palestina y Líbano, hasta activistas sindicales y estudiantiles de Egipto. Será una oportunidad para trazar estrategias frente a las guerras y ocupaciones, pero también contra el neoliberalismo y contra las dictaduras prooccidentales de la región.

Evidentemente, no todo el mundo podrá ir al Cairo. Por esto, la Conferencia sólo tendrá sentido si a continuación se hace un esfuerzo para trasmitir sus debates y sus propuestas al conjunto del movimiento antiguerra. Otra vez, es el trabajo en cada ciudad —e idealmente en cada barrio y facultad— lo que da sentido a los debates y a la coordinación internacionales.

No habrá grandes manifestaciones cada semana, ni cada mes, pero hace falta que existan núcleos de activistas dispuestos a mantener el trabajo contra la guerra, en tantos sitios como sea posible, durante el tiempo que haga falta.

Ya cayeron Aznar y Blair. Bush ya es lo que llaman en eeuu un presidente “pato cojo”. Las tropas españolas salieron de Irak, y Zapatero no se atreve a acceder a las demandas de la otan para enviar más tropas a Afganistán: ya existe una opinión mayoritaria en el Estado español a favor de la retirada total o parcial de las tropas de aquel país.

Todo el proyecto imperialista en Oriente Medio —y con él el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano— se tambalea. Tenemos que seguir empujando —nosotros aquí, junto a nuestros hermanos y hermanas desde Boston a Basora—para que caiga definitivamente.

Más información

Manifestaciones del 15-M: En el Estado español, ya hay convocatorias en: Barcelona, Madrid, Sevilla, Bilbo, e Iruñea (Pamplona). Para más detalles, consulta www.theworldagainstwar.org

Conferencia del Cairo: Web de activistas en el Estado español a favor de la Conferencia: http://concairo.blogspot.com

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