Crisis en el Líbano

Artículo publicado en El Viejo Topo, julio de 2008, con el título "Para entender la crisis libanesa".

Durante las últimas semanas, la siempre volátil e impredecible situación en el Líbano se ha complicado bastante. Durante una larga reunión el martes 6 de mayo, el gabinete prooccidental —e inconstitucional, según el sistema libanés, decidió prohibir el sistema de comunicaciones de Hezbolá, un sistema que demostró su valía durante la guerra con Israel de 2006— y despedir al jefe de seguridad del aeropuerto de Beirut por su supuesta connivencia con el grupo resistente islamista.

Tras unos días de conflicto armado en diversas partes del país, quedó patente el fracaso de los sectores prooccidentales en su intento de debilitar a Hezbolá.

Este texto no intenta resumir todo lo ocurrido, sino explicar el contexto de lo que está pasando, relatar varios de los eventos más importantes, y señalar algunos puntos para el futuro.

Qué es el Líbano

Huelga decir que el Líbano es un país bastante complejo. Fue creado por Francia tras la Primera Guerra Mundial, de una zona del moribundo Imperio otomano. Ésta había interesado al imperio francés desde tiempo atrás, debido a su importante población cristiana, perteneciente a la secta maronita. Los dirigentes franceses esperaban que ésta se convirtiese en un valioso aliado en la región.

Así que el mandato francés —establecido por la Sociedad de Naciones en 1920, en el mismo momento que el mandato británico sobre Palestina— puso las bases de un sistema político centrado en el reparto del poder según las sectas religiosas, favoreciendo, en primer lugar, a los maronitas. En esta época se estableció la norma de que el presidente tenía que ser maronita, y el primer ministro musulmán sunita. Los chiítas tenían que conformarse con la presidencia de la cámara de diputados.

El reparto de escaños en el parlamento libanés se hizo en función del censo elaborado en 1932, dando la mayoría a los cristianos, sobre todo a los maronitas. Entre la minoría del poder otorgado a los musulmanes, la mayor parte fue a los sunitas. Los chiítas quedaron como una comunidad poco representada.

La naturaleza política de los maronitas en este período la ilustra el hecho de que su dirigente, Pierre Gemayel, fundara el movimiento falangista libanés en 1936, al quedarse impresionado por el partido nazi tras una visita a Berlín.

Entre 1975 y 1989, Líbano vivió una terrible guerra civil, acompañada de invasiones por parte de los ejércitos de Siria e Israel. La guerra tuvo muchas causas. Simplificando, fue fruto de las tensiones creadas por un sistema político sectario, incapaz de responder a las nuevas realidades. Éstas incluían la llegada de muchos refugiados palestinos, tras la masacre llevado a cabo contra ellos por el Rey de Jordania en “septiembre negro” de 1970, y el aumento de la población chiíta.

La guerra civil terminó con el acuerdo de Taif —nombrado por la ciudad saudita donde se firmó en octubre de 1989— que retocó el sectarismo, pero no lo eliminó. Este acuerdo sigue vigente. En principio, establece paridad entre cristianos y musulmanes; mientras que entre los musulmanes, da paridad a sunitas y chiítas.1 Continúa sin ser un reparto justo; todo el mundo reconoce que los cristianos son minoría en Líbano, y que entre los musulmanes hay más chiítas que sunitas: aspectos que no se pueden demostrar, porque no se lleva a cabo un nuevo censo. Además, se mantiene la norma de que el presidente debe ser maronita, y el primer ministro sunita.

Pero el problema central con el acuerdo de Taif no es el detalle del reparto; es precisamente el hecho de mantener el principio de sectarismo como forma de gobierno del país. Tiende hacia un sistema semifeudal, donde una serie de dirigentes, más o menos corruptos, —cada uno supuestamente representando a una u otra secta— se reparten el pastel entre ellos.

El modelo que la ocupación estadounidense intenta imponer en Irak podría estar inspirado en el sectarismo libanés.

No debe sorprender que tanto los partidos del gobierno libanés como EEUU insisten en mantener el aspecto confesional del acuerdo de Taif. Hezbolá también dice estar de acuerdo con este acuerdo, pero pone su énfasis en la cláusula que declara que en un futuro indeterminado debe haber un sistema no sectario.

Líbano y el Estado israelí

El tema es muy amplio; aquí sólo se cubrirán unos aspectos. Una parte del territorio libanés, las granjas de Shebaa, fue ocupada por Israel en 1967. Mucho más graves fueron las invasiones llevadas a cabo en los años 70, y sobre todo la de 1982, cuando las fuerzas israelíes llegaron hasta Beirut, y promovieron las matanzas llevadas a cabo por los falangistas en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila.

Hezbolá —“el partido de Dios”, en árabe— se creó en respuesta a la invasión israelí de Beirut.2 Se le atribuyen los ataques de 1983 contra las fuerzas de EEUU y Francia, que provocaron su salida del Líbano, aunque el partido niega esta responsabilidad.

Lo que no está en duda es su papel protagonista en la lucha contra la ocupación israelí del sur del Líbano, una ocupación acompañada de miles de detenciones, así como asesinatos y torturas. La resistencia liderada por Hezbolá logró expulsar al ejército sionista en el año 2000.

Sólo quedan bajo ocupación las granjas de Shebaa, lo que representa hoy el motivo oficial de la lucha de Hezbolá contra el Estado israelí; aunque la solidaridad con la lucha palestina es probablemente lo más importante.

Hezbolá representa un gran motivo de preocupación tanto para Israel como para su hermano mayor estadounidense. No es un satélite de Irán, pero sí un aliado; cualquier ataque contra Teherán conllevaría el riesgo de represalias en el norte de Israel. Según Seymour Hersh, un objetivo central del ataque israelí de junio de 2006 fue abrir el camino a un bombardeo estadounidense contra Irán.3 El fracaso israelí en esa guerra —subestimaron la capacidad de resistencia de Hezbolá, así como de los demás resistentes en el sur del Líbano, incluyendo a comunistas y a varias facciones palestinas— también supuso un revés para los planes de EEUU.

La resolución 1701 que marcó el fin de la guerra de 2006 incluyó el envío de cascos azules: no al territorio del agresor israelí, sino al sur del Líbano, donde Hezbolá tiene sus fuerzas. Exigió el desarme de la resistencia islamista… y no el del ejército israelí.

Hasta esta crisis, el gobierno libanés no se había atrevido a imponer el desarme, y evidentemente las fuerzas de la ONU no se atreven a atacar donde Israel ya fracasó. La decisión contra el sistema de comunicaciones de Hezbolá ha sido un intento de llevar a la práctica este elemento de las resoluciones 1559 y 1701. A esto volveremos.

Siria y Líbano

Como se ha comentado, el Líbano fue, efectivamente, creado por Francia, de una parte del imperio otomano que habría sido Siria. Sea como fuese, ahora casi toda la población se siente libanesa. Incluso en la oposición —según los medios, “pro sirios”— sólo un grupo minoritario, el Partido Social Nacionalista Sirio (SSNP), está a favor de la reintegración en la Gran Siria. Los dos grandes partidos opositores —Hezbolá y el Movimiento Patriótico Libre, maronita, de Michel Aoun— se definen claramente como libaneses.

Siria ha jugado y juega un papel importante en la vida política libanesa: tuvo miles de soldados destinados en el país durante muchas décadas, hasta 2005. Sin embargo, hace falta matizar la versión oficial de su presencia.

Ésta empezó en 1976, cuando Siria envió tropas al Líbano para respaldar a los dirigentes maronitas, frente a los musulmanes y los palestinos; más tarde las alianzas cambiarían muchas veces. La presencia continuó —con el beneplácito de EEUU— durante los años 90, tras el fin de la guerra civil y el acuerdo de Taif.
Los dirigentes sirios se beneficiaban de ésta por motivos estratégicos, pero también porque el Líbano, y especialmente Beirut, son mucho más ricos que Siria. Llegó a haber un millón de trabajadores sirios en el Líbano; fue una fuente de mano de obra barata para los empresarios libaneses, pero para el régimen sirio también representó una fuente de remesas, además de una manera de reducir la tensión en su propio país.

EEUU dio su consentimiento como contraparte al apoyo sirio a su guerra contra Irak de 1991.

Así que la reconstrucción del Líbano en los años 90, tras la guerra civil, se hizo en colaboración con Siria. Durante este período, el primer ministro libanés —sunita, como mandaba el sistema confesional— fue Rafik Hariri. Éste fue un multi multi millonario: hizo su fortuna en Arabia Saudí, donde pasó los años de la guerra civil. La reconstrucción que presidió tuvo como resultado un centro de Beirut —la zona del parlamento— lindísimo, con edificios de piedra, fuentes, restaurantes caros, concesionario de la Porsche… conocido popularmente como Solidere, por el nombre de la empresa de construcción de Hariri que la controla. La deuda externa libanesa aumentó enormemente para pagar todo esto, mientras la mayoría de la población siguió viviendo en la pobreza.4

No olvidemos; Hariri fue el Primer Ministro libanés gracias al apoyo y la colaboración de Siria.

La “revolución de los cedros”

Esto no cambió hasta 2003, cuando Siria negó su apoyo a la nueva guerra estadounidense contra Irak.5 De repente, el presidente sirio Assad pasó de ser un “hombre fuerte” —o sea un dictador aliado de EEUU— a formar parte del “eje del mal”.

La nueva actitud occidental se plasmó en la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU, impulsada por Francia y EEUU —sellando así su reencuentro tras las discusiones acerca de la guerra contra Irak— y aprobada en 2004, en la que:
“2. Pide que todas las fuerzas extranjeras restantes se retiren del Líbano;

3. Exhorta a que se disuelvan y desarmen todas las milicias libanesas y no libanesas;

4. Apoya la extensión del control del Gobierno del Líbano a todo el territorio libanés;”6
Como siempre con estas resoluciones, hace falta descodificarlas. Con “fuerzas extranjeras” no se refería a las tropas israelíes que seguían ocupando las granjas de Shebaa —como denunció el entonces gobierno libanés— sino únicamente al ejército sirio. Al exigir el desarme de “todas las milicias libanesas” se refería únicamente a Hezbolá; las milicias de la guerra civil ya se habían, en teoría al menos, desarmado. Y “la extensión del control del Gobierno del Líbano a todo el territorio libanés” implicaba que Hezbolá dejase de defender el sur del país de las fuerzas armadas israelíes, de donde las habían expulsado.

Este giro por parte de Francia y EEUU hizo que Hariri y los sectores pro occidentales libaneses pasasen a ser “anti sirios”.

Vale la pena destacar que quien más se había opuesto a la presencia siria durante todo este tiempo —hasta el punto de tener que vivir 15 años en el exilio— fue el dirigente maronita Michel Aoun, que ahora forma parte de la oposición “pro siria”.

El asesinato de Rafik Hariri mediante coche bomba, en Beirut el 14 de febrero de 2005 —acto del que se acusó a los servicios secretos sirios, pero cuyos autores siguen siendo desconocidos— desató una tormenta política en el país, con grandes protestas contra la presencia de tropas sirias. En EEUU se la bautizo como la “revolución de los cedros”; pero haría falta matizar mucho lo ocurrido. Si bien parece que muchísima gente en el Líbano estaba harta del ejército sirio, no se puede pasar por alto que esta “revolución” fue patrocinada por, entre otras compañías, la agencia de publicidad Saatchi & Saatchi; la misma empresa que organizó la publicidad electoral de la conservadora británica Margaret Thatcher en los años 80, y que recientemente ha sido contratada por Israel para mejorar su imagen pública.7

El 8 de marzo de 2005, se celebró una manifestación masiva en Beirut, para dar las gracias a Siria por su “contribución a la estabilidad del Líbano”. Los promotores principales fueron Hezbolá, el movimiento Amal, el SSNP, y el Partido Comunista Libanés.

El 14 de marzo de 2005, se celebró otra gran manifestación, exigiendo la salida de las tropas sirias. Entre los convocantes se encontraban las diversas facciones del falangismo maronita; el “Movimiento Futuro”, sunita, de la familia Hariri; y el “Partido Progresista Socialista” (PPS), la organización drusa dominada por la familia Yumblat.

Las tropas sirias salieron del país a principios de abril de 2005.

La sociedad libanesa se había polarizado, pero como veremos, no tanto en función de su actitud hacia Siria, sino entre los que apoyan y los que se oponen a la política de EEUU en la región.

Los grupos del 8 de marzo, esencialmente, son hoy en día la oposición, mientras que los del 14 de marzo constituyen el bloque gubernamental pro EEUU.

La polarización política del Líbano

La resolución 1559, y la dinámica creada tras el asesinato de Rafik Hariri, formaron parte de un fuerte acoso hacia Hezbolá. En marzo de 2005 el Parlamento Europeo votó a favor de designar al grupo islamista como organización terrorista.

Sin embargo, no se ha logrado aislar a Hezbolá, más bien todo lo contrario.

En febrero de 2006, el Movimiento Patriótico Libre de Aoun, maronita, que había participado en la marcha del 14 de marzo, firmó un acuerdo con Hezbolá creando, efectivamente, una alianza entre los dos partidos más grandes del país.8

La resistencia ante el ataque israelí de julio de 2006, liderada por Hezbolá, aumentó enormemente el apoyo popular hacia esta organización. Una encuesta llevada a cabo durante el conflicto mostró un apoyo popular a la resistencia de un 87%; en el recuento según sectas, el apoyo subió al 96% entre la población chiíta, y el nivel más bajo, entre los drusos fue del 79%. El gobierno, en cambio —mayoritariamente pro occidental— suspendió en la evaluación popular.9

Como hemos visto, la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU repitió las demandas de la resolución 1559, exigiendo el desarme de Hezbolá, y la extensión de la autoridad del gobierno libanés a todo el territorio: el mismo gobierno que se había demostrado incapaz de hacer frente a Israel, e incluso de socorrer a su propia población.10

Hezbolá, contrario a la impresión que se difunde en algunos medios, no impulsa una visión sectaria; busca la unidad libanesa, incluyendo un arreglo con todas las facciones de este dividido país.

El problema son los términos del pacto. El sistema vigente en Líbano no permite un gobierno genuinamente democrático; todo se divide según las confesiones. Y el reparto actual discrimina a los chiítas.

Sumado a esto, tras la guerra de 2006, el Gobierno libanés —o al menos la mayoría prooccidental de éste— mantuvo su política de aliarse con EEUU —a su vez el valedor principal de Israel— y fortaleció sus políticas neoliberales en la “reconstrucción” tras los bombardeos.

La oposición, y sobre todo Hezbolá, exigieron un reparto más justo del poder, con un gobierno de unidad nacional. Pidieron que, aunque siguiera existiendo una mayoría prooccidental, hubiera al menos una minoría más grande de ministros de la oposición, para que tuvieran el derecho de veto en algunas decisiones.

La mayoría, bajo primer ministro Fuad Siniora, del partido de Hariri, se negó a negociar tal reestructuración del gobierno.

Por todo esto, a finales de 2006, los 6 ministros de la oposición, todos chiítas, se retiraron del gobierno; sin los cuales el gobierno dejó de ser legítimo, según el sistema confesional que decía respetar. Acto seguido, el 1 de diciembre de 2006, la oposición inició una sentada en el centro de Beirut, exigiendo un reparto más igualitario del poder en el país.

Así se abrió la puerta a la crisis actual.

En noviembre de 2007, el Presidente Lahoud terminó su mandato, y hasta ahora no ha sido remplazado. Haría falta consenso en el parlamento para elegir un nuevo presidente, que tendría que ser maronita.

El conflicto actual

El detonante del último episodio de la crisis fueron las decisiones tomadas por el gobierno libanés —recordemos, anticonstitucional desde finales de 2006— a principios de mayo de 2008, contra la infraestructura de Hezbolá.

En una reunión maratoniana, el martes 6 de mayo de 2008, el gabinete acabó aceptando una propuesta de Walid Yumblat para declarar ilegal el sistema independiente de comunicaciones de Hezbolá, que tanto había contribuido a la resistencia contra el ataque israelí de 2006. También destituyeron al jefe de seguridad del aeropuerto de Beirut, acusándolo de ser colaborador de la resistencia.

El miércoles, 7 de mayo, estaba convocada una huelga general contra la subida de precios, y por aumentos salariales. Los huelguistas fueron recibidos con balas por algunos simpatizantes del gobierno, activistas del partido Futuro de Hariri. Los choques rápidamente adoptaron una coloración política, dado que las fuerzas de la oposición respaldaron la huelga.

El jueves, 8 de mayo, el Secretario General de Hezbolá, Hasan Nasralá respondió. Declaró que el gobierno había cruzado “la línea roja”, lo que suponía un cambio cualitativo en cómo actuaría su propia organización. Se habían contenido mucho ante provocaciones anteriores, pero esta vez tenían que responder. Siempre habían prometido no usar sus armas en los conflictos internos del Líbano, sólo contra Israel, pero ahora no tenían más opción que usarlas para evitar que se minase su capacidad de resistencia.11

Poco después, las fuerzas de la oposición tomaron el control del oeste de Beirut, la parte mayoritariamente musulmana, donde el partido gobernante de Hariri tiene sus sedes y sus importantes intereses mediáticos. Al cabo de 4 horas, el conflicto había acabado. Los jóvenes y pobres sunitas que el partido de Hariri había traído del norte del país para trabajar en “empresas de seguridad” —un intento de crear una milicia sunita contra Hezbolá— se negaron a luchar y se rindieron. Los combatientes de la oposición —militantes de Hezbolá, pero también de Amal y del SSNP— los entregaron al ejército libanés, e hicieron lo mismo con el control del canal de TV Futuro y el periódico pro gubernamental Al-Mustaqbal.

Según informes de Beirut, los luchadores fueron principalmente jóvenes locales que simplemente expulsaron a las fuerzas prooccidentales para tomar el control de sus propios barrios.

El conflicto en las montañas Chouf, de mayoría drusa, duró más, pero también aquí la oposición —activistas drusos locales con el apoyo de otros de Hezbolá— derrotaron a las fuerzas de Yumblat y a continuación entregaron el control al ejército.

Donde los combates duraron más, y fueron más sangrientos, fue en la región norteña de Trípoli, donde el partido de Hariri tiene mucho apoyo. Aquí ocurrió una de las peores atrocidades de la crisis. Fuerzas pro gubernamentales capturaron y luego asesinaron a una decena de milicianos de la oposición.12

Los analistas son unánimes a la hora de juzgar el resultado de la crisis como una victoria para la oposición, liderada por Hezbolá.

El gobierno acabó retirando sus amenazas contra Hezbolá, y la organización islamista anunció el fin de la reciente acción armada. Se demostró más allá de toda duda la superioridad de la oposición en la calle, en términos de apoyo popular.

Ahora, en principio, las fuerzas políticas libanesas enfrentadas se han comprometido a negociar una salida a la crisis.

¿Y ahora qué?

Ya se verá si puede haber negociaciones fructuosas. Hezbolá ha dejado claro que no quiere que ni su partido ni el conjunto de la oposición asuma el poder solo. Insisten en la necesidad de un gobierno de unidad nacional, pero un gobierno que refleje la realidad política del país, y que no esté entregado a EEUU.

En Israel, tienen claro que el resultado ha sido una derrota para sus amigos dentro del Líbano. Una analista en Jerusalem Post habló del “éxito” de Hezbolá como una “tragedia”.13

EEUU —más allá de las declaraciones vacías de Bush de que “al-Qaeda, Hezbolá y Hamas serán derrotados”— ha reconocido lo mismo, como demuestra su envío de buques de guerra a patrullar ante las costas libanesas.

Pero el balance real de la crisis debe tener en cuenta otro factor que se ha perdido de vista en medio del conflicto armado.

Se podría decir que hay tres líneas de división en Líbano —y en cierto grado en toda la región— que se solapan.

Están las divisiones sectarias o religiosas: entre cristianos y musulmanes; entre sunita y chiítas… Estas divisiones existen: de esto se aseguran los poderes occidentales, fomentándolas cada vez que pueden. Pero también las exageran, o las toman fuera de contexto. Por poner una analogía, en Barcelona, hay gente que tiene el catalán como lengua materna, y también gente que es principalmente castellanohablante. Puede haber malentendidos a veces, incluso discusiones. Éstos se pueden solucionar fácilmente con un mínimo de sentido común y sensibilidad. No hay una guerra civil lingüística a punto de estallar. Pero una fuerza ocupante inteligente podría aprovecharse de la situación, y hacer que todo girase entorno a esta diferencia, repartiéndolo todo en función de la lengua: el poder político, los trabajos, las viviendas… Tras algunos años los ocupantes podrían presentar la división lingüística como algo insalvable que sólo ellos son capaces de controlar. Es precisamente lo que intentan hacer en Irak.

Para hacer frente a esto, hace falta sentido común y sensibilidad; reconocer e intentar superar cualquier desigualdad real, sin magnificar las divisiones. En Irak y en el Líbano, por ejemplo, implica reconocer que en general los chiítas han sido marginados del poder, y han sufrido por ello. Pero la solución no es más sectarismo, sino acabar con él. La oposición libanesa, especialmente Hezbolá y el Movimiento Patriótico Libre, defienden el fin del sistema confesional en su país y se oponen al sectarismo; las fuerzas del gobierno, y sus patronos occidentales, intentan fomentar las divisiones tanto como pueden.

De todas formas, debe quedar claro que la división en el Líbano no es religiosa. Todas las sectas están representadas en la oposición. Casi toda la población chiíta la apoya, pero también incluye al principal partido cristiano maronita. Parece que mucha gente sunita apoya al partido del multimillonario Saad Hariri, pero también hay varios partidos sunitas dentro de la oposición. Igualmente, el principal partido druso, el PPS de Walid Yumblat, es un elemento clave del gobierno, pero otras organizaciones drusas, integradas en la oposición, han demostrado tener apoyo. Finalmente, y no por ello menos importante, algunas organizaciones importantes laicas, como el Partido Comunista, están integradas en la oposición.

La división es entre los que quieren aliarse con EEUU y su política de dominio de Oriente Medio, y los que se oponen a esta política.

Pero si debemos evitar que las divisiones sectarias y religiosas encubran la división política, tampoco debemos permitir que esta cuestión encubra otra, incluso más fundamental, si cabe, la de clase social.

También es una cuestión de clase

Ésta ha sido a menudo el gran tema olvidado en el análisis de Oriente Medio, pero tiene una importancia enorme.

Egipto, por ejemplo, vive una ola de luchas sociales, y sobre todo masivas huelgas organizadas desde abajo, desde finales de 2006. La organización más importante de la oposición política son los Hermanos Musulmanes, pero son incapaces de conectar con los trabajadores como tal, y no tienen relación con esta fuerza social opuesta al régimen de Mubarak. Así que el sector que más trabaja para conectar la lucha política con las luchas sociales son las fuerzas mucho más reducidas de los socialistas revolucionarios.14

La actual crisis libanesa explotó en el curso de una huelga general, convocada por la central sindical del país.

Según informó el blog socialista libanés, Sursock, la huelga fue resultado de una fuerte presión desde abajo, ante las enormes subidas de los precios.15 Según la organización de consumidores, los precios han subido en un 43% en menos de 2 años.16

El trasfondo de la situación económica es el programa de ajuste estructural que la administración de Siniora presentó a la Conferencia de Donantes en París, en enero de 2007, una reunión supuestamente dedicada a la reconstrucción del país tras la guerra de 2006. Esta reconstrucción consistió en un completo programa neoliberal, hasta el punto de que los expertos del FMI lo alabaron efusivamente.17

Un informe sobre la implementación del programa detalla reformas laborales para facilitar el empleo temporal; reformas fiscales y legales para “mejorar el ambiente para los negocios”; privatizaciones que incluyen la telefonía móvil, la electricidad e incluso elementos de la administración central del Estado…18 También menciona un paquete de 80 millones de Euros de la UE condicionado por “reformas en la gestión de las finanzas públicas, el sector social y el sector de energía”.

Es evidente que este programa económico perjudica a toda la gente trabajadora y pobre del Líbano, sea cual sea su religión. Una lucha consecuente contra la política económica del gobierno prooccidental tendría el potencial de ganarse a mucha gente sunita, drusa, etc., que actualmente apoya a la administración. Y efectivamente, hubo importantes protestas sindicales ante el anuncio del programa, coincidiendo en tiempo con el inicio de la campaña de protesta de la oposición por el reparto del poder político.19

El problema es que la oposición no se plantea una lucha en términos de clase.

Hezbolá es muy consciente de la amenaza del sectarismo. Ante él, plantea la unidad nacional, destacando la importancia de su alianza con el principal partido maronita, y el apoyo a la oposición de gente procedente de todas las sectas del país. Pero la desigualdad social imposibilita cualquier unidad nacional de verdad. Al morir Rafik Hariri, todos sus hijos heredaron lo suficiente como para entrar en la lista Forbes de las 500 personas más ricas del mundo. Mientras, muchos libaneses intentan sobrevivir con unos pocos centenares de euros al mes (los precios en el centro de Beirut se parecen a los de Europa). Es una broma de mal gusto sugerir que tienen algo en común con el clan Hariri.

Pero el problema no es sólo que Hezbolá no pone su énfasis en la división social que atraviesa el Líbano. Cuando se anunciaron las condiciones de la Conferencia de París, las críticas de la oposición se limitaron a cuestiones de forma y de detalle. No rechazaron por principio el programa neoliberal, sino el hecho de que lo firmase un gobierno no constitucional.

La oposición apoyó la reciente llamada a huelga general, pero en términos algo sorprendentes. La web de Hezbolá citó, sin comentarios, a su aliado Aoun cuando habló de la huelga general:
“Llamamos a los patronos y los empleados a manifestarse juntos el 7 de mayo para que se vaya el gobierno que ha causado la catástrofe en el Líbano”.20

Hezbolá se declara no sólo contra la guerra, sino contra la globalización neoliberal, pero está claro que tiene muchas dificultades en el momento de llevar este compromiso a la práctica.

Ni hace falta decir que la agresión estadounidense en Oriente Medio es a la vez militar y económica; sólo hay que ver los programas neoliberales que han acompañado las ocupaciones de Irak y Afganistán.

El ignorar la cuestión de clase es un peligro real. Por un lado, como se ve en el caso de la huelga general, implica perder oportunidades importantes para ganar aliados en la lucha contra los agentes locales del imperialismo.

Por otro, conlleva el peligro de buscar aliados en los lugares equivocados.

Es cierto que el ejército libanés ha actuado mejor de lo que se podría haber esperado en la reciente crisis. No luchó contra la oposición; en algunas ocasiones parecía que incluso colaboraba con ella. Es poco probable que la cúpula militar libanesa esté dispuesta a poner en práctica las demandas de las resoluciones de la ONU —incluyendo la 1701, bajo la cual actúan las tropas españolas— que exigen el desarme de Hezbolá. Esto es positivo. Pero sería un grave error ver al ejército, con sus estructuras de mando y todo, como a un aliado fiable.

Si bien las fuerzas armadas no lucharán contra Hezbolá, sí lo harán frente a una lucha decidida obrera. De hecho, una huelga general en 2004 acabó bañada en sangre, cuando el ejército disparó a huelguistas en Hay El Sellum, un barrio mayoritariamente chiíta del sur de Beirut, matando a 5 personas.21. Tampoco debemos olvidar que fue Suleiman quien dirigió la destrucción, por parte del ejército libanés, del campo de refugiados palestino de Nahr El Bared, en el norte del país, bajo el pretexto de la lucha contra el jihadismo.

Los cumplidos de los líderes de Hezbolá hacia los militares, y específicamente hacia su máximo dirigente, General Michel Suleiman, a quien apoyan como posible Presidente de consenso, parecen ignorar estos hechos.

Conclusión

La cuestión central en Oriente Medio, y hasta cierto punto en el mundo entero, es la intervención estadounidense en esta zona.

Es evidente que, tras las dos victorias de Hezbolá contra Israel —en 2000 cuando obligó su retirada del sur del Líbano, y en 2006 cuando rechazó el nuevo ataque— esta organización les preocupa. Un reciente informe de seguridad nacional de EEUU definió al grupo resistente como a un obstáculo ante cualquier intento estadounidense de llevar a cabo su amenaza de atacar a Irán.22

Por este motivo, los movimientos que quieren cambiar el mundo deben reconocer que los y las activistas de Hezbolá, y el partido en general, son nuestros aliados. Son una organización seria, y representativa, lejos de la imagen de fanáticos que nos quieren imponer los medios.

Líbano hoy es un punto clave en el conflicto de Oriente Medio, y debemos seguir los acontecimientos en este país.

Y en esto, debemos tener en cuenta los diferentes factores en juego. Resumiendo, y como se ha explicado arriba: las divisiones sectarias; las divisiones políticas, entre los partidarios y los oponentes del imperialismo estadounidense; y las divisiones de clase. Al fin y al cabo las luchas de clase son la única forma de supera la primera división y de conseguir una victoria respecto a la segunda.

Necesitamos una derrota de EEUU, no sólo en lo militar, sino también en lo económico y lo social.

Este texto analiza la crisis libanesa, en medio de rápidos cambios. Acababa de terminarlo cuando llegaron las noticias de un acuerdo entre gobierno y oposición. Se ha añadido una nota al final, aunque lo pactado no altera en absoluto la conclusión del artículo.

Postdata: el acuerdo

El gobierno y la oposición han llegado hoy, 21 de mayo, a un acuerdo.

Han acordado nombrar al jefe del ejército, General Michel Suleiman, Presidente. El nuevo gabinete incluirá suficientes ministros de la oposición como para darles el poder de veto. Habrá una nueva repartición de las circunscripciones electorales que en algunos aspectos favorece al partido de Hariri, en otros a la oposición. Hay un acuerdo general acerca de no usar armas en los conflictos internos, pero ni se plantea el desarmar a Hezbolá.

Es una clara victoria para la oposición política, que da por terminada su sentada en el centro de la ciudad, tras 18 meses. Los sectores prooccidentales salen debilitados.

Está por ver cómo se desarrolla la división política, que no ha desaparecido en absoluto.

Con el acuerdo, las acciones en Solidere, la gran empresa de construcción de los Hariri, han llegado a niveles record en la bolsa de Beirut.23

Riad Salameh, gobernador del banco central libanés, ha anunciado que el clima político augura un “año prometedor” para los bancos, pero que habrá más aumentos en los precios para los consumidores…24

Enlaces de webs/fuentes

Estas webs dan valiosa información acerca del Líbano, en inglés:
Blog socialista desde Beirut: http://sursock.blogspot.com
Web de Hezbolá: http://english.hizbollah.tv

Blog revolucionario egipcio: http://www.arabawy.org
Daily Star, periódico libanés en inglés: www.dailystar.com.lb/

Notas

1 Existe una traducción inglesa del acuerdo de Taif en http://en.wikisource.org/wiki/Taif_Agreement
2 Robert Fisk vio a milicianos chiítas corriendo hacia los tanques israelíes para atacarlos con granadas en las playas de Beirut. R. Fisk, Pity the Nation, pág. 227. Este libro es quizá el mejor existente sobre el Líbano, pero no existe traducción ni castellana ni catalana.
3 Seymour M. Hersh, “Watching Lebanon: Washington’s interests in Israel’s war”, en www.newyorker.com, 21 de agosto de 2006.

4 Naomi Klein describe brevemente este período en La doctrina de shock.
5 Incluso en mayo de 2000, un grupo neoconservador se quejó de que EEUU no actuaba contra la presencia siria en Líbano. Ver Lebanon Study Group, Ending Syria’s Occupation of Lebanon: The U.S. Role, en www.meforum.org/research/lsg.php
6 Texto en castellano disponible desde: www.un.org/spanish/docs/sc04/scrl04.htm
7 Ver http://zionism-israel.com/israel_news/2006/12/israel-embarks-on-pr-face-lift.html (no se trata de una web crítica; la referencia al sionismo en la dirección es la reivindicación de la propia web).
8 Una traducción inglesa del texto se encuentra en: www.mideastmonitor.org/issues/0602/0602_3.htm
9 “Lebanese Public Opinion on Israel and Hezbollah (September-October 2006)”, www.mideastmonitor.org/issues/0609/0609_6.htm

10 La ayuda a los refugiados en Beirut durante la guerra fue organizada, en gran parte, por activistas anticapitalistas organizados en la red Samidoun, en colaboración con personal médico de la resistencia.
11 Existe una traducción inglesa del discurso de Nasralá en http://english.hizbollah.tv/essaydetails.php?eid=3450&cid=214
12 Lo explica Robert Fisk, en “So just where does the madness end?” The Independent 17/05/08.
14 Ver David Karvala, “La Intifada egipcia”, en La Hiedra, mayo de 2008, disponible en www.enlucha.org.
16 Ver “Lebanon: High prices, low wages feed violent political stand-off” en www.irinnews.org/Report.aspx?ReportId=78100
17 FMI, “Statement by the IMF Representative at the International Donors’ Conference for Lebanon”, 25/01/07, en http://www.imf.org/external/np/dm/2007/012507.htm
18 Ver Paris III - Third Progress Report en www.rebuildlebanon.gov.lb
19 Naomi Klein lo describe en La doctrina del shock.
20 “Aoun: Hizbullah arms should be awarded a diploma of good conduct” en http://english.hizbollah.tv , 05/05/08.
21 Ver el documental sobre el tema, Leaded/Unleaded, producido por Indymedia Beirut, 2004. Disponible online en http://users.resist.ca/~leaded/
22 National Intelligence Council, The Terrorist Threat to the US Homeland, julio de 2007.

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