Las elecciones europeas: la amenaza de la extrema derecha


Se han cumplido las advertencias. La extrema derecha ha subido en las recientes elecciones europeas. Como también era previsible, las reacciones políticas se dividen entre dos posiciones. Por un lado el pánico desenfrenado: “los fascistas lo dominan todo”. Por otro la indiferencia: “estos partidos no son diferentes a los actuales”. Según la versión derechista liberal de la indiferencia, a los partidos de extrema derecha hay que aceptarlos como a una parte más del juego parlamentario. La versión izquierdista de la indiferencia afirma que “ya vivimos bajo un gobierno fascista, así que ¿por qué tanto ruido?”

Hace falta un análisis mucho más mesurado para evaluar los peligros reales que existen, así como para plantear estrategias ante ellos.


No todo es lo mismo

Antes que nada, hay que tirar a la basura un término que les encanta a los comentaristas: “euroescepticismo”. Bajo esta etiqueta agrupan tanto a la extrema derecha como a una parte de la izquierda radical, porque ambas se oponen —por motivos diametralmente opuestos— a la UE. El problema con el Front National, por ejemplo, no es que critique a la UE, sino que es fascista y esto hay que decirlo claramente.

En segundo lugar, hay que distinguir bien entre los diferentes tipos de extrema derecha. No es lo mismo el nazismo descarado del Jobbik húngaro o del Amanecer Dorado griego que el fascismo más disfrazado del Front National, Vlaams Belang o los Demócratas Suecos… pero todos ellos buscan crear un movimiento capaz de acabar con la democracia burguesa actual; todos son fascistas.

En cambio, otros partidos xenófobos como el PVV de Países Bajos, UKIP en Gran Bretaña, o Vox en el Estado español envenenan el ambiente político y lo intentan hacer girar hacia la derecha, aunque trabajan a través de las instituciones, no mediante pandillas de matones en la calle. Por eso, constituyen una extrema derecha populista, no fascista.

Y finalmente partidos como el PP suelen incluir a personas afines al fascismo, y su compromiso con la democracia suele ser bastante frágil, pero por ahora estos partidos —y aún más importante, las burguesías nacionales a las que intentan representar— no tienen interés en acabar con el sistema actual; no son partidos fascistas ni de “extrema derecha”.

Un repaso a los resultados

El titular, sin duda, es que el Front National ha ganado las elecciones en Francia. Hace décadas que los partidos institucionales franceses copian el discurso del FN; con esto sólo han dado alas a los fascistas y sería un crimen que continuasen así. La izquierda francesa también debería reflexionar. El antifascismo radical es bastante fuerte en Francia; aun así, no ha logrado parar al FN. En cambio, nunca ha habido un intento organizado de crear un movimiento que uniese fuerzas, más allá de las siglas y los programas, para parar a los fascistas.

En Gran Bretaña, en cambio, sí existe un movimiento fuerte y unitario, y uno de los buenos resultados electorales fue que el partido fascista británico, BNP, perdió su único eurodiputado. El BNP también ha ido perdiendo concejales; sólo le quedan un par de los sesenta que tenía hace un lustro. Es preocupante la victoria del partido populista xenófobo, UKIP, pero al menos existe una campaña organizada en su contra, que seguramente surtirá efecto con el tiempo.

Otro país donde ganó la extrema derecha populista fue en Dinamarca, donde el Partido Popular Danés consiguió casi el 27%. En Hungría, Jobbik consiguió 3 escaños —igual que en 2009— en un ambiente xenófobo fomentado por el partido derechista en el poder, el FIDESZ.

Amanecer Dorado, el partido nazi griego, recibió el 9,4% de los votos y tres escaños. Dado que su dirigente está en la cárcel por su implicación en el asesinato de Pavlos Fyssas, es una cifra preocupante. Por otro lado, KEERFA, el movimiento antifascista unitario griego, se está fortaleciendo. Un problema que se debe resolver urgentemente es que Syriza, ahora el principal partido de izquierdas, no apuesta claramente por esta lucha. Es, por supuesto, muy positivo que Syriza haya ganado las elecciones, pero el fascismo no se derrota sólo con los votos ni en las instituciones. Bastantes militantes e incluso dirigentes de Syriza participan en KEERFA, pero el partido como tal prefiere impulsar su propio movimiento, o incluso evitar el tema.

Un aspecto positivo fue la ligera bajada del PVV, el partido de Geert Wilders, en Países Bajos, del 17% al 13,2%: aún así, mantiene sus cuatro escaños. Esta bajada podría tener que ver con el amplio rechazo desatado cuando Wilders lideró a sus seguidores con gritos a favor de “menos marroquíes” en el país. En respuesta, hubo protestas —incluyendo una magnífica manifestación antirracista en Ámsterdam el pasado 22 de marzo— que provocaron la dimisión de figuras destacadas del PVV.

Por otro lado, Alemania no sólo enviará a Bruselas a siete representantes de un nuevo partido de la derecha populista, Alternativa para Alemania, sino también, y por primera vez, un eurodiputado del partido nazi, el NPD. En Austria, el fascismo trajeado del FPÖ duplicó sus eurodiputados, de dos a cuatro, con el 19,7% de los votos. La Lega Nord, del norte de Italia, cayó de 9 a 5 escaños, pero no hay muchos motivos para celebraciones. Uno de los escaños de Forza Italia, de Berlusconi, lo ocupa Alessandra Mussolini, nieta del dictador y antigua militante fascista. Además, 17 escaños fueron a parar al Movimiento Cinco Estrellas, el movimiento populista de Beppe Grillo que acoge desde visiones propias del movimiento indignado hasta las de los fascistas.

Mucho trabajo que hacer

Estos resultados —y se podrían hacer comentarios parecidos respecto a casi todos los países de Europa— plantean dos retos para la izquierda combativa.

Primero, los resultados señalan (de nuevo) la falta de una alternativa convincente, desde la izquierda, al capitalismo. Mucha gente que votó a la extrema derecha lo hizo motivada por temas que deberían expresarse en términos de izquierdas: el rechazo hacia el sistema político con su corrupción y elitismo; la rabia ante el paro y la pobreza; la falta de servicios sociales… Así que hace falta una izquierda capaz de hablar de todo esto en términos radicales y progresistas, pero comprensibles para la gente de a pie, y sobre todo de ofrecer propuestas convincentes. A veces da la sensación de que la izquierda se divide entre los sectores que intentan convencer a los amos del mundo de que serían unos gestores fiables del sistema actual; y los que no tienen interés en intentar convencer a nadie, fuera de su círculo inmediato. Así que la construcción de esta izquierda es esencial, pero tardará bastante tiempo.

(Lo que la izquierda no debe hacer es asumir las posiciones retrógradas de los fascistas, como propone James Petras: “las posturas de la izquierda radical sobre algunas cuestiones eran irrelevantes u ofensivas para algunos trabajadores, por ejemplo, el tema del matrimonio homosexual”, o “la defensa a ultranza de la izquierda radical de la inmigración ilimitada en nombre de una abstracta solidaridad internacional de los trabajadores, expone un sesgo liberal arrogante”. Éstas traen a la mente las declaraciones antiinmigración de Jorge Verstrynge, que ya fueron respondidas ampliamente.)

En segundo lugar, y de manera urgente, debemos hacer todo lo posible para evitar que el fascismo llegue al poder y nos barra. Esto significa que hace falta construir movimientos amplios contra la extrema derecha en todos los lugares donde ésta represente una amenaza; sobre todo en Francia.

Se están impulsando movimientos de este tipo en diferentes territorios del Estado español; de su campaña y de los resultados electorales de los ultras españoles se hablará en otro artículo.

Comentarios

Entradas populares